El Teatro Benito Juárez abre nuevamente sus puertas a una obra que toca fibras profundas con sutileza, humor y belleza: Cati, Catalina, Calicó… O la maravillosa vida de la niña gato, una creación escénica de la compañía Teatro de los Sótanos que regresa a cartelera del 24 de mayo al 15 de junio con funciones los sábados y domingos a las 13:00 hrs.
Con dramaturgia de Felipe Rodríguez y dirección compartida con Lizeth Rondero, este montaje nos presenta la historia de Luisa, una niña cuya relación con su gata Catalina se convierte en el eje de un relato que transita por la identidad, el duelo y el amor en su forma más pura. A través de esta conexión humano-animal, la obra construye un universo íntimo que celebra la ternura como una fuerza transformadora.
La puesta en escena integra elementos visuales y musicales que enriquecen la experiencia teatral: la música original de Sara Vélez aporta una atmósfera emocional única, mientras que la iluminación de Gerardo Olivares Fuentes “Tenoch”, el vestuario de Vianey Martínez y los títeres y elementos escenográficos de Pitaya Teatro construyen un mundo sensible y encantador. La coordinación técnica está a cargo de Enrique Monzuazo, quien también funge como regidor de escena y asistente de dirección.
En el escenario, Lizeth Rondero, Felipe Rodríguez e Isaías Avilés encarnan a personajes entrañables que invitan al público a mirar hacia adentro, con una narrativa que, lejos de la solemnidad, abraza la calidez del juego, el humor cotidiano y la profundidad emocional. Todo esto se enlaza en una pieza que encuentra en lo simple una puerta hacia lo esencial.
Los directores explican que el motor del proyecto es “la pérdida física de un ser amado y el aprendizaje espiritual que de ello se desprende”, y que esta historia se sostiene en “la relación de un humano y un animal —un gato— y la compañía mutua que se otorgan”, entendida como “el acto de comprometerse a sortear los riesgos de convivir”.
Cati, Catalina, Calicó no es solo una obra, es una invitación a reconectar con los vínculos que nos hacen humanos. Una niña y su gata logran recordarnos que la ternura, incluso en tiempos difíciles, puede ser una revolución silenciosa.