En una serie de eventos que ha generado consternación y preocupación en Culiacán, Sinaloa, un repartidor del periódico El Debate fue secuestrado la mañana del sábado, solo un día después de que las instalaciones del medio fueran atacadas a balazos. La situación, que ha encendido las alarmas sobre la violencia contra la prensa en la región, ha desatado críticas hacia las autoridades por su aparente incapacidad para garantizar la seguridad de los trabajadores de medios de comunicación.
El repartidor fue interceptado mientras se dirigía a su domicilio en su motocicleta. Según informó el mismo periódico en sus redes sociales, el trabajador fue “perseguido y tirado de su moto por sujetos a bordo de un vehículo”. Tras el ataque inicial, logró refugiarse en un negocio cercano, donde se lesionó la rodilla debido a la caída. Fue trasladado a la Cruz Roja y posteriormente al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), pero en el trayecto, los agresores lograron ubicarlo nuevamente y procedieron a secuestrarlo, junto con un compañero de trabajo que lo acompañaba en ese momento.
Este secuestro ha generado un clima de temor en los trabajadores de El Debate, un periódico de gran tradición en Sinaloa. Apenas un día antes, la madrugada del viernes, un grupo de personas armadas disparó al menos 12 veces contra las instalaciones del medio en Culiacán. Afortunadamente, no se registraron personas lesionadas en ese ataque. Sin embargo, las huellas de la violencia quedaron grabadas en las paredes de la casa editorial, recordándole al equipo periodístico el peligro inherente a su labor.
“Las marcas del ataque en nuestras instalaciones nos hacen revivir otros fuertes momentos que hemos pasado al cumplir con nuestra labor de informar”, expresó la dirección del periódico, en una declaración que refleja el temor y la frustración del gremio periodístico frente a la violencia que enfrentan en el estado.
Ante estos incidentes, el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, intentó restar gravedad a los hechos, asegurando que el ataque armado contra El Debate no era parte de una persecución deliberada contra el medio o sus trabajadores. Según el mandatario, el incidente fue un “caso aislado” que ocurrió porque miembros de las fuerzas de seguridad se refugiaron en las instalaciones del periódico durante un enfrentamiento con presuntos delincuentes.
En una rueda de prensa posterior, Rocha Moya intentó enviar un mensaje de calma al gremio periodístico: “Hagan su trabajo, nosotros vamos a cuidar”, afirmó. Sin embargo, estas palabras no lograron aplacar las preocupaciones de los trabajadores de El Debate, quienes manifestaron que, a pesar de las declaraciones oficiales, no han visto un incremento en las medidas de seguridad en sus instalaciones ni protección adicional.
“Ni las expresiones de condena ni las promesas de protección a los periodistas y personal de El Debate han tenido efectos”, lamentó el medio en sus redes sociales, dejando en evidencia su desconfianza en las promesas gubernamentales.
El secuestro del repartidor, sumado al ataque armado contra las instalaciones del periódico, ha provocado una oleada de indignación en Culiacán. Líderes de opinión, organizaciones defensoras de la libertad de prensa y ciudadanos comunes han alzado la voz, exigiendo una respuesta más contundente por parte de las autoridades locales y federales. El clima de inseguridad para los periodistas en la región continúa siendo una preocupación latente, en un país que se ha convertido en uno de los más peligrosos para ejercer el periodismo.
El gobernador Rubén Rocha Moya, junto con el presidente municipal de Culiacán, Juan de Dios Gámez, visitaron las oficinas de El Debate tras los hechos, pero para muchos, esta visita simbólica ha sido insuficiente. El miedo persiste, y la desaparición del repartidor sigue sin resolverse, lo que añade una capa de incertidumbre a la ya frágil seguridad de los trabajadores de los medios de comunicación en Sinaloa.
Este trágico episodio es un recordatorio sombrío de los riesgos que enfrentan aquellos que se dedican a informar en zonas violentas, y pone de nuevo sobre la mesa la necesidad urgente de medidas reales y efectivas para proteger la libertad de prensa en México.