Destituyen a Mellissa Harper, encargada del cuidado de niños migrantes en EE.UU.

Mellissa Harper, quien dirigía de manera interina la Oficina de Reasentamiento de Refugiados en Estados Unidos, fue destituida repentinamente el martes. La decisión fue comunicada a Harper ese mismo día, según un correo electrónico al que tuvo acceso la agencia Reuters.

En su mensaje al personal, Harper informó que su servicio en la agencia había concluido, aunque no ofreció detalles sobre las razones de su destitución. Hasta el momento, ni ella ni el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, entidad que supervisa la Oficina de Reasentamiento de Refugiados, han dado declaraciones al respecto.

 

Este cambio de liderazgo ocurre en un momento en que la administración del presidente Donald Trump ha intensificado los esfuerzos para rastrear a niños migrantes que ingresaron solos al país, como parte de una estrategia para reforzar la política de deportación masiva.

 

Harper, quien anteriormente ocupó un alto cargo en el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), incorporó a un pequeño equipo de esta agencia a la Oficina de Reasentamiento de Refugiados. Según fuentes cercanas al asunto, esta decisión generó diversas opiniones dentro de la institución.

 

La destitución de Harper plantea interrogantes sobre el futuro del cuidado de los niños migrantes en Estados Unidos y la dirección que tomará la política de la administración en este ámbito. Mientras tanto, organizaciones defensoras de los derechos de los migrantes han expresado su preocupación ante los cambios en la gestión de este programa clave para la protección de menores no acompañados.

Osiel Cárdenas, el viejo fantasma del narco, regresa a México para enfrentar la justicia

Osiel Cárdenas, el nombre que alguna vez sembró terror en las calles y fronteras, ha regresado a México. El exlíder del cartel del Golfo y brazo operativo de Los Zetas fue deportado por Estados Unidos para enfrentar cargos por homicidio y posesión ilegal de armas. Tras décadas tras las rejas en el país vecino, su retorno reabre una página oscura del narcotráfico en territorio mexicano.

 

A sus 57 años, Cárdenas fue entregado sin incidentes en la garita de San Diego a las autoridades mexicanas por elementos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). No es la primera vez que pisa suelo mexicano bajo custodia: en 1993, después de su detención en Texas por narcotráfico, fue trasladado al país en virtud del Tratado de Ejecución de Sentencias Penales. Sin embargo, el destino lo volvió a atrapar, y su historial delictivo se extendió como una mancha que no se borra fácilmente.

 

Su captura inicial en 1992 fue un duro golpe para el narcotráfico: Cárdenas fue arrestado en Brownsville con dos kilogramos de cocaína y la firme intención de distribuirla. Años después, los cargos aumentaron exponencialmente. La Fiscalía de Houston lo acusó de 13 delitos relacionados con el tráfico de drogas, lavado de dinero y agresión a funcionarios federales. En 2010, fue sentenciado a 25 años de prisión y multado con 50 millones de dólares, cifra que reflejaba el poderío financiero de su imperio ilegal.

 

A pesar de su larga condena, Cárdenas fue liberado recientemente de la prisión de Terre Haute, Indiana, tras cumplir 17 años. Su retorno es una bomba de tiempo para las autoridades mexicanas, que deberán enfrentar a un hombre cuya influencia y contactos aún podrían ser una amenaza.

 

“Es un capítulo que no está cerrado”, comentó un analista de seguridad. “Su nombre todavía resuena en el mundo del narcotráfico, y su presencia podría reconfigurar ciertos equilibrios de poder.”

 

Ahora, Cárdenas deberá responder en suelo mexicano por delitos pendientes, un recordatorio de que las sombras del pasado nunca desaparecen del todo. Mientras tanto, el país observa con cautela y preocupación: el regreso de un líder de su calibre no es una simple anécdota, sino una advertencia.

 

México vuelve a enfrentar a un viejo fantasma. Esta vez, la justicia tiene una segunda oportunidad para sellar su destino.