La Miringua: El horror folclórico mexicano que arrastra culpas desde las profundidades

Entre la neblina del lago de Pátzcuaro y el eco de viejas leyendas purépechas, se abre paso una historia donde el miedo no solo viene del más allá, sino también del fondo de la conciencia humana. Así llega a las salas de cine Un Cuento de PescadoresLa Maldición de la Miringua, la más reciente producción del director Edgar Nito, que verá la luz este miércoles 30 de abril.

Inspirada en relatos orales recopilados en las zonas lacustres del centro de México, la cinta se adentra en el horror que emerge cuando la memoria, el dolor y la culpa se niegan a desaparecer. Escrita por el propio Nito en colaboración con Alfredo Mendoza, esta historia encuentra su fuerza en la oscuridad de una leyenda que durante generaciones ha sido susurrada entre pescadores.

La película se sumerge en un pueblo pesquero donde la muerte de los peces anuncia algo más que una crisis ambiental. Los pobladores comienzan a hablar de una presencia. Algunos dicen que la vieron. Otros solo bajan la mirada y guardan silencio. La Miringua, una entidad ancestral, ha vuelto para castigar a quienes tienen pecados que no han sido perdonados. El espectro de una mujer emerge del agua como una sentencia.

Con una estética visual que mezcla lo gótico con lo profundamente mexicano, la cinta convierte el lago en un personaje vivo y amenazante. La fotografía de Juan Pablo Ramírez, AMC, captura con una tensión casi ritual cada rincón del paisaje purépecha. La música, a cargo de Leonardo Heiblum, Nico García Liberman, Emiliano González de León y Odilón Chévez, intensifica el viaje sensorial hacia lo desconocido. Cada susurro, cada crujido, cada ola que rompe contra la orilla, parece contener un mensaje oculto.

El elenco cuenta con la participación de Noé Hernández, Mercedes Hernández, Hoze Meléndez, Renata Vaca y Jorge A. Jiménez. Sus interpretaciones dan vida a una narrativa donde lo sobrenatural y lo emocional se entrelazan, revelando que a veces los verdaderos fantasmas no vienen de fuera, sino de adentro.

Rodada en locaciones reales como Pacanda, Yunuén y Tecuena, la producción vivió condiciones extremas, donde el equipo se fundió con la comunidad local, que compartió no solo su colaboración, sino también sus historias. Lo que nació como una película, terminó convertido en un acto de invocación colectiva.

 “Esta historia no es sólo sobre fantasmas… es sobre aquello que nos persigue cuando creemos haber olvidado. A veces, la culpa no se hunde. Flota” deja como advertencia Edgar Nito.